Una vez que la emulsión se ha secado y endurecido en la pantalla, se coloca un fotolito o una película transparente con la imagen o diseño deseado sobre la pantalla. Luego, la pantalla se expone a una fuente de luz ultravioleta. La emulsión fotosensible se endurece en las áreas expuestas a la luz, pero se mantiene soluble en las áreas cubiertas por el diseño del fotolito.

Después de la exposición a la luz, la pantalla se lava con agua, lo que provoca que la emulsión soluble se disuelva y se elimine, dejando al descubierto las áreas de la malla correspondientes al diseño. Estas áreas abiertas son las que permitirán el paso de la tinta durante la impresión.

Una vez que la pantalla está preparada, se coloca sobre el sustrato que se va a imprimir. Luego, se aplica tinta en una de las extremidades de la pantalla y se utiliza un rasero o una espátula para arrastrar la tinta a lo largo de la pantalla, presionándola para que pase a través de las áreas abiertas de la malla y se deposite sobre el sustrato. La presión y la velocidad del rasero determinan la cantidad de tinta que se deposita.

Después de imprimir una pieza, la pantalla se levanta y se coloca sobre la siguiente área a imprimir. Este proceso se repite hasta que se haya impreso toda la superficie deseada. Una vez completada la impresión, se debe limpiar la pantalla antes de que la tinta se seque, ya que la tinta se adhiere a la malla y puede obstruir los espacios abiertos.

La serigrafía plana es ampliamente utilizada debido a su versatilidad y la posibilidad de imprimir sobre una amplia variedad de materiales y sustratos. Permite obtener resultados duraderos y de alta calidad, con colores brillantes y una buena reproducción de detalles. Además, es una técnica económica en comparación con otras formas de impresión en grandes volúmenes.